Llamado por San Juan de Dios
RELATO VOCACIONAL
Muy emocionado decía: Me hallaba en un hotel de Medellín y a eso de las o tres de la madrugada, mas o menos, oí una voz que decía muy claro: ¡José, levántate!. Me incorporé, miré a todos lados para darme cuenta de quien me llamaba por mi nombre. No vi a nadie. Volví a conciliar el sueño atribuyendo esta voz a efectos de mi imaginación preocupada. Cuando mis sentidos volvían a aletargarsen y se inhibían nuevamente mis facultades, la misma voz repitió con más fuerzas: ¡José levántate!. Esta ve si no me puse en duda aquella extraña realidad. A mi me llamaban bien claro por mi nombre.
Recordando la bíblica historia de Elí y Samuel, me creí un nuevo protagonista de una realidad histórica y con voz tímida pero resuelta contesté: ¿Quién me llama?...
Estuve algunos instantes en expectativa, esperando alguna revelación misteriosa pero pasaron varios minutos, claro está, sin obtener ninguna respuesta.
Sumamente preocupado salté de la cama y en un estado de sonambulismo salí a la calle. Deambulé no se cuanto tiempo inconsciente y sin rumbo fijo hasta que la alegre voz de las campana de un templo (el de san Juan de Dios en la calle Colombia de Medellín), que estaba frente a mí me hicieron despertar.
Con gran alegría en el corazón entré en las severas naves de la Casa de Dios. Un santo sacerdote repetía de manera incruenta pero real el sacrificio de la cruz.
con gran devoción seguí todas las emocionantes partes de la Santa Misa. Por mi memoria pasaban incesantemente las imágenes del misterioso sueño que hacia pocas horas me había preocupado. Elevé fervientes oraciones a Jesús Hostia para que me diera a entender en laguna forma lo que quería de este su siervo como lo hizo con Saulo en el camino a Damasco.
Dios oyó mis preces pues mis ojos inquietos se elevaron a un hermoso cuadro de San Juan de Dios que estaba frente a mí, un poco alto. San Juan de Dios, el fundador de la Orden Hospitalaria era quien me llamaba. No me cupo la menor duda de que su voz era aquella la que me había despertado de mis sueños, que me había conducido hasta allí en aquel templo casi solo, en aquellos momentos, que me buscaba misteriosamente para formar parte del escuadrón que en los hospitales, asilos y ancianatos de la tierra, militan en cerrada falange curando las heridas, consolando al triste y conduciendo de la mano a tantos seres que en su soledad no tienen una mano amiga para apoyar su débil naturaleza, ni un pañuelo que enjugase las lágrimas de sus marchitos ojos, ni una voz cariñosa que les aliente en el término de su jornada.
SAN JUAN DE DIOS ME LLAMABA PARA SÍ Y NO QUISE DESATENDER SU VOZ. FORMÉ MI PROPÓSITO Y NADA NI NADIE EN EL MUNDO ME DETENDRÁ EN ESTE CAMINO QUE ESPIRITUALMENTE EMPECÉ DESDE AQUEL DÍA.

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